El caso es que ya llevaba yo unos días por Niza (ya adelanté mis planes vacacionales en este post)y un poco haaarta de tanto francés (en esta ocasión me refiero al idioma), decidí comprarme algún librillo en español. Se me olvidó llevarme la lectura. Algo imprescindible para un día playero. En cambio llené la maleta de sandalias con tacón imposible ¿?? Divago.
¿Y por qué vas a cualquier Fnac de España y hay un montón de novelas en francés y en Niza, ciudad turística donde las haya, no encuentras más que cuatro, literalmente cuatro en español? Divago otra vez.

Seguro que muchos de vosotros ya habeis leído este libro de sobra conocido y recomendado pero yo tenía una especie de rechazo traumático por este autor. ¿Por qué? Porque en el colegio nos obligaron a leer su también muy aclamada novela La verdad sobre el caso Savolta y a mí se me hizo pesadísima y aburridísima. No sé qué edad tendría yo entonces pero está claro que no era mi momento para leer eso. Ahora si me preguntas de qué iba, sólo creo recordar que era policiaca y tal. Evidentemente nada que ver con Sin noticias de Gurb. Pero ¿quién sabe? Igual me ha llegado el momento de volver a leerla y descubrir que me encanta. La reflexión de la que hablaba al principio está clara. No se puede incentivar la lectura obligando a leer. Los gustos son diferentes y tu estado anímico y tus vivencias pueden hacer que algo te llegue e incluso te marque o por el contrario que lo relegues al apartado de tochos infumables aun sin serlo realmente. Ya no entro ni siquiera a valorar la madurez inte
lectual de cada uno. Todas estas cosas cambian con el tiempo y lo que ahora te parece horrible luego te puede parecer revelador. O al revés. Una obligada e inadecuada lectura en la infancia o adolescencia puede provocar un rechazo por todo lo que sea más de dos párrafos seguidos. ¡Menudo peligro! Mucho más recomendable resulta el picar la curiosidad y proponer opciones y después que cada uno experimente y vaya descubriendo sus gustos lectores.

Yo por mi parte me estoy reconciliando con el señor Eduardo Mendoza gracias a las casualidades de la vida y estoy muy contenta con mi redescubrimiento. Ahora sólo me falta esperar a que llegue mi momento para leer El Quijote. ¿Me llegará?